domingo, 18 de marzo de 2012

Sobre el mismo suelo

Dicen que la distancia hace el olvido, que el tiempo todo lo cura y que las penas se las lleva el viento. Pero, contrario a todo lo que sale de bocas ajenas, conozco historias mucho más complicadas.

Había un chico. Alto, rubio y de unos ojos verdes profundos. Lo daba todo en todo momento. Escribía poesías y cantaba en la ducha. Soñador y enamoradizo hasta la médula y de lágrima desgarradora. Aunque, en realidad, a él le gustaba sonreír... y ver romper la risa en los que le rodeaban. También le gustaban los electrónicos "jajaja" o las frases graciosas de alguna página web, siempre estaba entre bromas o imaginando situaciones absurdas en un "¿Te imaginas que...?"

Si seguimos citando lo que dice la gente, diré que las naranjas suelen tener dos mitades. Ella era una niña inocente, de palabras inteligentes y una amplia sonrisa. Era de hábitos permanentes, una chica predecible pero tan ingenua y pura que hasta el más duro sabría ver en ella algo especial. Solía juguetear y bromear, a ella también le gustaba reír.

Quizá tenían tantas cosas en común y tantas otras los diferenciaban que la balanza venció hacía el  y, al fin, algo surgió en una noche de poco sueño. Amor es una palabra demasiado grande, pero podría jurar que él ya no es el mismo desde entonces. También podría jurar que lo sabe...

Los mejores momentos de sus cortas todavía vidas se habían agrupado en los tan efímeros meses que habían pasado entre conversación y conversación. Ella era tan niña y él tan inteligente... Pasaban los días aferrados al Bip del móvil o de la pestaña de Internet. El momento culmen fue hace bastante pocas noches, cuando todo cambió de rosa a rojo. Llegó la pasión. Iban dando pasos hacia la verdadera esencia, de la mano. Se sentían tan completos y tan seguros juntos, mirándose a los ojos y acariciándose con esa mirada mientras saboreaban el timbre de sus voces.

Claro que toda luz provoca una sombra y que todo día tiene su noche. Ellos no iban a ser menos. Tan sólo se han visto una vez, a orillas del mar, y creyeron que eso bastaría, que sería algo continuo, fácil de repetir. La realidad se aleja mucho de ese idílico día.

Ella está muy lejos. Y él está tan alejado como ella. Me aventuraría a decir que, mientras el mundo gira y el tiempo trata de alcanzar al viento, ellos están quietos, inmóviles. Ella, sujeta a la presión de no sentirlo cerca y él, muriendo de a poco por no poder rodearla y besarla. Falta el olor a fresa de ella que recordaba de aquel día, en la playa. Faltaban los brazos fuertes de él agarrándola a lo largo del paseo marítimo. Escaseaban las caricias y los besos y los roces. Estaban exultantes por tenerse y destrozados por que no fuera cierto.

Lo único que les queda para poder seguir haciendo como si no pasara nada es una promesa. Pero no una como las que se hace uno al inicio del año ni las promesas de estudiar una semana antes del examen o de leer algún libro durante las vacaciones...

Una promesa de verdad. Una promesa de la que dependen y de la que depende su paz. Volver a sentirse sobre el mismo suelo.

2 comentarios:

  1. Dioooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos es una jodida obra maestra!!!!!! casi lloro! :D muchisimas gracias... y ah, por cierto, me ha gustado lo del chico " alto" :D

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  2. Simplemente genial...Me has hecho sonreir =)

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